"Crear una vivienda en silencio por un centenar de cuerpos y cien corazones"
Construido por Le Corbusier bajo la voluntad expresa de los dominicos, el convento de La Tourette es una obra maestra de la arquitectura y un testigo viviente de la herencia cultural del siglo XX.
Éste, junto a otros edificios, construidos íntegramente en hormigón, marcan el punto de giro hacia el brutalismo, que impregnará la arquitectura de Le Corbusier a partir de los años 50, conjuntamente con una intensa poética puesta de manifiesto en el juego de los volúmenes. A partir de ese momento el autor abandona la retórica purista de los planos blancos y ascéticos que había caracterizado su obra anterior para adoptar una modalidad caracterizada por la introducción de texturas rugosas y fuertes que le confieren una fuerte materialidad a sus volúmenes. El hormigón "laissez brut" deviene en adelante el gran protagonista de su arquitectura, y a la vez le confiere su nombre a la tendencia ("brut", de "béton brut").
En el diseño del convento Le Corbusier contó con la colaboración de Iannis Xenakis, compositor y arquitecto de ascendencia griega y que en 1948 entró en el estudio del arquitecto y que colaboró sobre todo en la fachada y en la estructura interior.
foto: Cemal Emden
"Crear una vivienda en silencio por un centenar de cuerpos y cien corazones".
Tal fue la oración que el padre Marie-Alain Couturier ofreció a Le Corbusier a quien consideraba como "el arquitecto vivo más importante". En el diseño de la fachada Xenakis recurrió al concepto del Modulor, consiguiendo un efecto asimétrico gracias a una progresión de rectángulos de diferentes anchos, buscaba la abstracción a partir de la línea recta y la repetición. El resultado fue del agrado de Le Corbusier, llegando a denominar la obra como “El convento de Xenakis”. En relación a la estructura interna, el mismo Xenakis relata que surgió de sus conversaciones con los monjes. Tanto los paneles de cristal de la iglesia como los de las celdas fueron colocados de tal manera que pudieran captar la luz del sol durante el Equinoccio.
Fue el Reverendo Couturier, director de la Orden de los Dominicos de Lyon quien encargó a Le Corbusier el diseño del nuevo monasterio. El arquitecto no sólo tenía renombre, sino que llevaba un estilo de vida rigurosa, abnegada y sencilla lo cual encontró eco en la estricta disciplina de los frailes de esa orden. En consecuencia, Le Corbusier creó un edificio de belleza austera. La dureza y la 'brutalidad' del diseño revelan una empatía con la vida de los monjes.
El edificio no tiene la ligereza y la etérea cualidad de los primeros trabajos de Le Corbusier, contrariamente la forma es una cuadrícula de repetición regular con un fuerte énfasis horizontal de hormigón expuesto, que la convierten deliberadamente en una forma fuerte y severa.
Programa y proyecto
El programa necesita combinar las habitaciones privadas para los monjes con sus necesidades de espacios comunes entre los que Le Corbusier propone un jardín en la azotea. Estos usos diferentes fueron apilados uno encima del otro, habitaciones privadas en los dos pisos superiores, por debajo los espacios comunes.
Para Le Corbusier tanto la “planta libre” como la “fachada libre” son elementos de composición en el proceso de diseño, combinando estos aspectos espaciales con los aspectos del programa requerido.
La Tourette es hoy un lugar de encuentro de diferentes disciplinas relacionadas con las ciencias humanas y la filosofía.
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