miércoles, 28 de septiembre de 2011

ENTREVISTA: WILLIAM CURTIS (1948)



William Curtis (Inglaterra, 1948) es autor de la obra “La arquitectura moderna desde 1900″ (Phaidon), una de las biblias de la profesión. El controvertido crítico vive en el Midi francés y es un enamorado de España y de la obra del arquitecto gallego Alejandro de la Sota. Curtis alaba la arquitectura respetuosa con el entorno y la topografía y denosta los proyectos “icónicos y con presupuestos desorbitados”.

ISABEL BUGALLAL – FARO DE VIGO
Es muy crítico con la arquitectura actual, ¿qué considera buena arquitectura?
Eso es demasiado general.
Critica la arrogancia y el narcisismo de ciertos arquitectos.
De los que sólo se preocupan por la imagen, la imagen y la imagen. Últimamente se ha hecho demasiado énfasis en una arquitectura icónica, con presupuestos desorbitados y ajena al lugar. Hay, sin embargo, proyectos muy buenos como el del Centro Galego de Arte Contemporáneo, en Santiago, de Álvaro Siza. Es un precioso edificio, respetuoso con el entorno y la topografía. Aunque no puedo decir qué es buena arquitectura en general sí puedo dar un ejemplo de lo que es buena arquitectura.
¿Y de mala arquitectura?
Exactamente, enfrente está la Ciudad de la Cultura, de Peter Eisenman, que es un desastre total. Reúne todas las características de mala arquitectura: forma caprichosa, fuera de escala, no funciona como edificio para lo que fue proyectado, destroza el paisaje…Es un ejemplo de contenedor sin contenido. No es solo un problema arquitectónico sino también político. Es un mal proyecto.
¿El ordenador puede ser un peligro para la arquitectura?
La generación de imágenes por ordenador puede llevar a hacer una arquitectura sin rigor, a una simple serie de geometrías sin significado.
¿Es lo que hacen Eisenman o Zaha Hadid? Es la moda.
Ese es el problema, que es solo moda sin contenido y la moda es pasajera. Es un juego gratuito, una arquitectura sin sustancia. Eisenman ha partido, supuestamente, de la imagen de una concha de vieira y ha dejado anonadados a los políticos con la idea, pero es una mentira, incluso el juego pseudofilosófico de Deleuze en el que se basa… ¡Por favor!
También denuesta usted el palacio de congresos de Rem Koolhaas en Córdoba.
Es mastodóntico y feo. Todavía es peor, una falta total de responsabilidad del arquitecto con la sociedad. Andalucía me es muy querida y la mezquita de Córdoba es para mí una de las mayores obras de la arquitectura, no solo española o del arte islámico, sino del mundo. Es una obra maestra. Pero no sólo la mezquita requiere respeto, sino todo el conjunto, con el puente romano y el Guadalquivir. La obra de Koolhaas rompe la armonía, como la rompe en Sevilla la seta envenenada de la plaza de la Encarnación proyectada por Jünger Mayer. Es el problema de todas las ciudades que intentan hacer marketing y venderse como producto, lo cual muestra la ignorancia de algunos políticos, que destrozan la propia ciudad. Otra amenaza es la de la Torre Pelli en Sevilla… ¡Stop, por favor! Sevilla ya tiene sus propios hitos históricos, no necesita iconos nuevos sino que se respete lo que hay. Esta obra de Mayer es otro ejemplo de mentira visual generada por ordenador.
Ha llamado la atención sobre “la maldición del Guggenheim”.
La gente cree que puede reproducir en otros sitios la ilusión del efecto Guggenheim de Bilbao, y eso responde a un análisis superficial porque no tiene en cuenta las condiciones previas que permitieron ese efecto. El Guggenheim de Bilbao no sólo es el edificio sino la colección de arte que le da sentido. Otro ejemplo de desastre arquitectónico en España es el Centro Niemeyer, de Avilés.
La tildó de “autoparodia”.
Hay mucha ingenuidad en los políticos, creen que con un icono pueden mejorar la economía local. Niemeyer hacía grandes edificios hace cincuenta años pero ahora hace reproducciones de aquellos como “niemeyercitos”. Galicia, que es una de las zonas más pobres de España y tiene un presupuesto limitado para obras culturales, tiene que pensar en las zonas rurales y en los pueblos, y no concentrar el dinero en un supermercado cultural a las afueras de Santiago que es un dinosaurio, y lo que es peor, genera un conflicto entre la Ciudad de la Cultura y la ciudad histórica. Es un proyecto profundamente antiurbano.
¿Lo imagina terminado?
Es imposible. Si de mi opinión dependiese, diría: “Paradlo. No se hace más. Terminado”. Incluso deberían ocultarlo con una masa de árboles. No es ni ciudad ni cultura, acabemos con esa ficción, quitémosle el nombre y repensemos para qué sirve. Es como un centro comercial americano y a lo mejor ese es su destino. Es un capricho político muy caro para la población.
¿La crisis acabará con esa megalomanía?
No sólo es de los políticos y de los arquitectos, también de la gente. Los políticos deben definir la sociedad, no la arquitectura.
¿Se hace buena arquitectura en España?
Hay arquitectos muy finos: Vázquez Consuegra, en Andalucía, con intervenciones en edificios históricos o a las afueras de Sevilla. El Museo del Agua granadino de Juan Domingo Santos, de una generación más joven. O en Cataluña el estudio de Aranda, Pigem y Vilalta. Toda la buena arquitectura española continúa la tradición pero de un modo más abstracto. Es interesante en Galicia el jardín de Quintáns y Ansede tras el Obradoiro o la casa A5 de Carlos Seoane.
¿A qué arquitectos incluiría ahora en su libro?
–No lo diré, las incorporaciones hay que madurarlas mucho.


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