En 1960, tres años antes de su regreso definitivo a España, Bonet es, según Carlos Flores, “el arquitecto español más importante del momento”. Asociado con el arquitecto Manuel Jaén, abre despacho en Madrid. En Barcelona, un joven arquitecto que acaba de terminar la carrera, Josep Puig Torné, originario de la Conca de Barberà, en la provincia de Tarragona, se pone en contacto con Bonet para pedirle ayuda en un proyecto para una urbanización en la Costa Brava. Así inician una relación profesional que durará cuatro años, y que puede considerarse la etapa más creativa y fecunda de Bonet, cuando aún residía en Argentina.
Cala Crancs con los apartamentos Madrid y Torre Italia al fondo
Coincide ese retorno con la aparición de nuevos programas, como el de la vivienda moderna en las periferias residenciales, o aquellos basados en la relación con el ocio, arquitectura y paisaje, en una España lanzada hacía la explotación turística de su territorio. En las obras de este periodo aparece una preocupación especial por la definición del encuentro con la topografía sobre las que se apoyan, un problema que no se acusa en igual medida en sus obras americanas.
Casa Rubio, Cap Salou (1959-1962)
Entre 1959 y 1964, Bonet y Puig Torné, construyen una ingente cantidad de proyectos concentrados mayoritariamente en las costas de Tarragona y Murcia, en Barcelona y solamente cuatro en Argentina. Las obras, de una gran trascendencia en aquel momento, van desde las más conocidas como la Casa Rubio o los Apartamentos Chipre en Salou, el Canódromo Meridiana y el Edifico Mediterráneo en Barcelona hasta la urbanización de la Manga del Mar Menor, con su estupendo Conjunto Exagonal.
Apartamentos Chipre, Cap Salou (1960-62)
Edificio Mediterráneo, Barcelona (1960-1963)
La calidad de los encargos, cada vez mayores y numerosos, le llevan a tomar la decisión de regresar definitivamente a la Península.
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